Tras la real cédula de 1787, firmada por Carlos III, las localidades comienzan a buscar emplazamientos para la instalación de sus nuevas necrópolis. En Málaga se plantearon varios cementerios provisionales, bendiciéndose los terrenos del nuevo de San Miguel Arcángel en 1810, si bien, en 1805 se comenzaron a realizar en él inhumaciones. En la década de 1820 se delimita el cierre del antiguo recinto con hileras de nichos sufragados por cofradías y hermandades de la ciudad. En 1837 tiene lugar la inauguración de su capilla, dedicada a Santa Isabel de Hungría. En 1848, la apariencia del camposanto cambia por completo tras su parcelación por parte del arquitecto Rafael Mitjana; estos solares fueron, principalmente, adquiridos por familias burguesas, quienes construyeron sus panteones en los patios primero y tercero en los siglos XIX y XX. Tras su clausura en 1987, son estos los únicos espacios que se han conservado por criterios histórico-artísticos.